(Hebreos 12: 15-17) “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”
A quien realmente fue dirigida la Epístola a los Hebreos.
La epístola a los Hebreos, fue escrita por un escritor no conocido (algunos dicen que Pablo, o Apolos), a unos judíos que vivían en alguna parte del imperio romano, no en Jerusalén, y que muchos de ellos habían creído que Jesús era el Mesías esperado, pero todavía estaban muy aferrados al sistema levítico. Nadie sabía quiénes habían nacido de nuevo de entre todos ellos.
Por tanto, y de nuevo, este texto habrá que aplicarlo primeramente según el contexto, conforme a aquellos a los que se dirige el autor, es decir, a los judíos que estaban en la asamblea de los creyentes, muchos de ellos dubitativos, ya que tenían un convencimiento intelectual del evangelio, creían en Jesús aceptándole como el Mesías, pero “seguían al pie del abismo de la apostasía” (cit. McArthur). El autor no está juzgando quién de ellos había o no nacido de nuevo, sino que habla genéricamente a todos, buscando el beneficio de los que debían nacer de nuevo, o a los que ya habían nacido de nuevo pero debían aprender a agradar a Dios en todo.
Evidentemente, este texto tiene aplicación también a los gentiles creyentes en general, a todos los cristianos profesantes, es decir, que confiesan a Cristo (conoce el Señor a los que son suyos - 2 Ti. 2: 19).
Acerca de la gracia de Dios y la amargura
(V. 15) “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”:La traducción literal del griego es esta: “Vigilando de continuo para que nadie esté falto de la gracia de Dios, no sea que alguna raíz de amargura hacia arriba brotando cause disturbios, y mediante ella sean contaminados los demás”
Esta gracia de Dios aludida como vemos mejor en la traducción literal, se refiere, no a la gracia salvífica como tal, sino a la gracia requerida para poder vivir una vida cristiana agradable a Dios. Sin esta última, o con poco de ella, el creyente vive en una carnalidad que desagrada a Dios, y que puede generar en amargura, por la cual otros pueden ser también contaminados.
La palabra que se traduce por “amargura” es “pikria” y significa: “amargura, amargor; ira, cólera; dureza”. Como vemos estos calificativos son contrarios al carácter de Cristo. Esta actuación consistiría en un apagar el Espíritu y contristarlo.
Vemos también que todo esto implica, no solamente en cuanto al individuo como tal, sino de éste en relación a los demás hermanos. Esa amargura podría ser fruto de la carne por motivos inter-relacionales. Como se explica en Matthew Henry:
“La raíz de amargura es cualquier planta pecaminosa que arraiga en uno o varios miembros de la comunidad eclesial y causa disturbios por el hecho mismo de ser contagiosa”
¿Es que existen hermanos que viven en esas condiciones de merma de tal gracia? Lamentablemente, sí. Por ello el llamamiento es a vivir una vida conforme a la santidad de Dios (v. 14).
La enseñanza que obtenemos de ese versículo, y siempre dentro del contexto del mismo, es que hemos de crecer en santificación (1 Ts. 4: 3, Col 3: 1-3; 5ss. etc.), y por tanto, conforme al sentido de este versículo, perdonar a nuestros adversarios siempre, por tanto, no guardando ningún resentimiento contra ellos, amén de otras particularidades por el estilo.
Entendiendo bien el asunto de Esaú aquí
(V. 16, 17) “No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”:Este es un ejemplo que el autor concede para comprender mejor el efecto que conduce a la apostasía.
El ejemplo de Esaú nada tiene que ver con pérdida de la salvación, sino con pérdida de su primogenitura; no obstante, sabemos por el relato del Génesis que Dios desestimó a Esaú a ser el heredero, escogiendo a Jacob. Entonces, ¿Por qué lloró Esaú? Y, ¿Por qué no hubo oportunidad para el arrepentimiento para él, ya que ese es el sentido? Vamos por partes.
Esaú no lloró por haber perdido ninguna salvación o amor de Dios, sino por haber perdido esa herencia conforme a su primogenitura, por un plato de lentejas, una vez saciado; pero esas lágrimas no eran de arrepentimiento sincero y genuino, sino de rabia, una vez quedó satisfecho en su estómago. Nada que ver con arrepentimiento por su acto carnal, y menos aún por sus pecados.
Esaú ejemplifica al hombre natural sin la intervención de Dios con Su gracia.
Por tanto, el ejemplo que da el autor aquí, hay que entenderlo como que el apóstata es aquel que jamás amó a Dios, y que en todo caso, como Esaú puede llegar a llorar y lamentarse, no por haber perdido alguna comunión verdadera con Dios, sino por haber perdido algún beneficio egoísta, sea espiritual o no.
“…algún fornicario, o profano, como Esaú …”: Ahora, pasemos a ver con detalle esos calificativos que se le adjudican a Esaú. A ese varón se le llama fornicario (gr. pornós), en sentido espiritual, y “profano” (gr. bébelos). “Pornós” deriva del verbo “pérmini” que significa “vender”, y por eso se le llama a la ramera “porné”, porque se vende a sí misma por dinero.
Esaú desechó sus presuntos derechos de primogenitura por una comida. Los vendió por nada. Por ello, se mostró claramente como indigno de ser escogido (que no lo fue) para ser lo que presuntamente debiera haber sido por el hecho de ser el mayor de los dos hermanos. Fue un profano, ya que buscó el entrar en el santuario sin haber sido, ni llamado a ello, ni digno de ello.
Así son todos y cada uno de los apóstatas; son o fueron en apariencia creyentes, pero no eran de Dios.
DEO SOLI GLORIA
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Mayo 2012
www.centrorey.org
Mayo 2012
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