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miércoles, 29 de febrero de 2012

John Huss - un mártir de la fe (Película)



John Huss (1370 – 1415) Checoslovaquia, año 1415 d.C.

En la lóbrega prisión se escuchó un fuerte grito: ¡John Huss! Al llamado del guardia, salió de la oscuridad una figura vacilante. Aquel hombre dio varios pasos hasta pararse en la luz del sol que le lastimaba los ojos. Sus visitantes eran varios obispos que de nuevo tratarían que Huss se retractara de sus convicciones reformistas.

Junto al grupo de clérigos venía su amigo Lord John de Clum, Cuando estaban a unos pasos, de Clum corrió hasta donde estaba Huss y le dijo: “Maestro Huss, si sabe que es culpable de cualquiera de los cargos que se le imputan, no sienta vergüenza de admitir que estaba equivocado y cambie de parecer”.

Lord John de Clum hizo una pausa. Buscaba las palabras que le dieran fortaleza a su amigo Huss y le dijo: “Por otro lado, por favor no traicione su conciencia. Es mejor sufrir el castigo y el martirio que negar lo que uno está convencido que es la verdad”. Con lágrimas en los ojos John Huss miró a su amigo y le dijo: “Dios Todopoderoso es testigo que de todo corazón y con toda mi mente estoy dispuesto a cambiar mis creencias si el concilio puede mostrarme con la Biblia en la mano que estoy
en un error”.

Al oírlo, los obispos murmuraron entre ellos mismos diciendo: “¿Ven lo terco que es? Está lleno de orgullo. Le da mas valor a lo que piensa y no le importa lo que piensa la iglesia”. “No está dispuesto a cambiar, seguirá en su error”.

Viendo que ni la amenaza de muerte era suficiente para que Huss cambiara de parecer, le ordenaron a sus carceleros que lo llevaran de vuelta a su celda. El día siguiente sería sentenciado a muerte y quemado vivo.

John Huss fue un sacerdote católico en lo que ahora conocemos como Checoslovaquia. Estudió y llegó a ser rector de la universidad de Praga. Fue uno de los primeros cristianos en alzar su voz para pedir libertad de religión y el derecho individual de tener una relación personal con Dios. Se enfrentó valientemente a los líderes de la iglesia que vivían desordenada e indignamente. También se opuso a que se condenara a muerte a los que no estaban de acuerdo con las enseñanzas de la iglesia.

Durante casi toda la vida de Huss, la iglesia católica se debatió en insidiosas y a veces fatales luchas por el poder entre papas y antipapas. Cuando Huss tenía 8 años el antipapa Clemente VII se declaró papa. En 1,394, El antipapa Benedicto XIII (también conocido como “el papa luna” se declaró papa. El antipapa Alejandro V fue elegido papa por el concilio de Pisa en 1409 por lo que habían tres papas al mismo tiempo, Alejandro V, Gregorio XII y Benedicto XIII. Alejandro V aparentemente fue envenenado por Juan XXIII el próximo antipapa. Al mismo tiempo que se acrecentaban las luchas por la silla papal, la iglesia se sumía en mayor degradación moral. Pero la atención de la iglesia se centró sobre Huss cuando se pronunció contra la escandalosa venta de “indulgencias” renovada por el antipapa Juan XXIII. Por sus creencias, Huss fue expulsado de la iglesia católica.

A pesar de su expulsión y de las amenazas, Huss continuó predicando con gran valor y se ganó la admiración tanto de la gente del pueblo como de los nobles. En el año 1413, fue llamado para que se presentara ante el concilio de Constanza. Acudió a la invitación porque veía la oportunidad de explicarles a los líderes de la iglesia sus creencias y las verdades que había hallado en la Biblia. Sin embargo, todo era una trampa, a Huss nunca le dieron la oportunidad de expresar sus argumentos. En cuanto se presentó, fue tomado prisionero y encarcelado. Después de 19 meses de cautiverio y torturas, fue llevado a juicio.

Cada vez que John trataba de decir algo en su defensa, una multitud previamente aleccionada hacía un bullicio tal que era imposible escuchar lo que Huss decía. Finalmente, sus acusadores formularon los cargos que le imputaban, como prueba contra él leyeron porciones tomadas fuera de contexto de sus libros y tergiversaron parte de sus respuestas.

Le dijeron: “Si confiesa humildemente que estaba equivocado y renuncia a sus convicciones, si promete nunca más enseñar esa fe, si públicamente niega lo que antes predicaba, tendremos misericordia de usted y le devolveremos su posición y sus privilegios anteriores”. John Huss respondió: “Estoy a la vista del Señor mi Dios, de ninguna manera puedo hacer lo que me piden. Si lo hiciera, ¿Cómo podría enfrentarme después a Dios? ¿Cómo podría ver a los ojos a aquellos a los que les he enseñado? Ellos ahora tienen un conocimiento firme y cierto de las Escrituras y están armados contra los asaltos del diablo”. ¿Cómo podría yo llevarles incertidumbre? ¡No debo ni puedo valorar mi propio cuerpo más que la salud y la salvación de aquellos a los que
he enseñado el Camino de Jesucristo!”.

Al ver que no lograban que renunciara a su fe, lo vistieron con sus ropas y ornamentos de sacerdote. Seguidamente, comenzaron a desnudarlo hasta que lo único que hacía notar que era un sacerdote era su corte de pelo, rapado en la coronilla. Finalmente le raparon toda la cabeza de forma tan violenta que le cortaron parte del cuero cabelludo que sangraba profusamente. La sentencia fue muerte en la hoguera.

Cuando John Huss fue llevado a las afueras de la ciudad se juntó una gran multitud que seguía al prisionero. Al llegar al lugar donde sería ejecutado se arrodilló y pronunció en voz alta el Salmo 31 y el Salmo 51. Luego, con alegría dijo: “En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, Dios bueno y misericordioso”.

Sacándolo abruptamente de sus oraciones, el verdugo lo ató a un poste con cuerdas mojadas, su cuello también fue sujetado al poste con una cadena de hierro y el verdugo le dijo: “¿No te da vergüenza estar atado como un perro?” John respondió: “Mi Señor Jesús fue atado con una cadena peor que esta por mis culpas, ¿Por qué me va a dar vergüenza esta cadena oxidada?”.

Sin perder tiempo, los verdugos apilaron leña hasta el alto de su barbilla. Poco antes de encender el fuego se acercó un obispo y le dijo: “Si renuncias públicamente a tus creencias y reniegas de todo lo que has enseñado al pueblo, te salvarás de la hoguera”. John respondió: “¿Díganme, cuál es el error al que debo renunciar? No soy culpable de ningún mal. Les enseñé a los hombres el camino del arrepentimiento y el perdón de pecados, de acuerdo a la verdad del Evangelio de Cristo Jesús. Por ese Evangelio estoy yo aquí, y estoy aquí con valor y alegría, listo para sufrir esta muerte”. “Lo que enseñé con mi boca, ahora lo sellaré con mi sangre”.

Cuando encendieron el fuego, John Huss comenzó a cantar un himno con una voz tan fuerte y alegre que se oía por encima del tronar del fuego y del ruido de la multitud. Su canto era: “Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí”. Poco tiempo después se apagaba la voz de aquel amoroso maestro que con total dedicación enseñó las buenas nuevas.

La historia narra que durante el juicio, su amigo John de Clum lo confortó grandemente e incluso buscó varias formas de salvarlo de la muerte, pero John Huss prefirió morir antes que negar las verdades que había aprendido de la Biblia. Confió en que el Señor lo fortalecería en el momento de su muerte y así fue. Cuando John Huss se hallaba en medio de tanto odio, su fe en Jesús hizo que se mantuviera firme y que sirviera de ejemplo a miles de mártires que seguirían sus pasos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Policarpo de Esmirna

Policarpo, discípulo del apóstol Juan y obispo de la iglesia de Esmirna, martirizado con la espada y el fuego, 155 d. C.

Leemos en el Apocalipsis que el Señor mandó a su siervo Juan que escribiera ciertas cosas al ángel de la iglesia de Esmirna, para amonestación del maestro, así también para el beneficio de la iglesia: “Escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el último, el que murió y ha vuelto a vivir, dice esto: Yo conozco tus obras, y tus sufrimientos, y tu pobreza… No temas en nada lo que vas a sufrir. He aquí, el diablo meterá a algunos de ustedes en la cárcel, para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Mantente fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2:8-10). Estas palabras del Señor Jesús indican que los creyentes de Esmirna, y el maestro de ellos, se hallaban en la tribulación y la pobreza y que se acercaba aún más sufrimiento para ellos. Por tanto, los exhortaba a la constancia, prometiéndoles la corona de la vida.

En cuanto al maestro de esta iglesia, muchos de los escritores antiguos dicen que era Policarpo, discípulo del apóstol Juan, por cuanto había escuchado a Juan predicar la Palabra de Dios y se había asociado con algunos de aquellos que habían conocido personalmente al Señor Jesucristo. También dicen que Juan lo había nombrado obispo y maestro de la iglesia de Esmirna.

En cuanto a los sufrimientos, el Señor dijo que iban a azotarle a él y a la iglesia donde era maestro; esto comenzó tiempo después. Sucedió que este buen pastor precedió, y muchos de los corderos de su rebaño lo siguieron fielmente. Sin embargo, es nuestro intento hablar aquí únicamente del obispo Policarpo.

Dicen que tres días antes de ser arrestado y sentenciado a muerte, de repente cayó dominado por el sueño mientras oraba. Y mientras soñaba, tuvo una visión en la cual vio la almohada sobre la que dormía,  que comenzó de repente a arder hasta ser completamente consumida. Habiéndose despertado instantáneamente por la visión concluyó que a él lo iban a quemar por el nombre de Cristo.

Cuando los que buscaban apresarlo se le acercaban, sus amigos procuraron esconderlo, llevándolo a otro lugar en el campo. Sin embargo, poco tiempo después fue descubierto por sus perseguidores. Ellos habían detenido a dos muchachos, a quienes por medio de azotes obligaron a que les dijeran dónde se encontraba Policarpo. Y aunque de la habitación donde se hallaba fácilmente pudo haberse escapado a una casa que había en la vecindad, no lo hizo. Más bien dijo: “Hágase la voluntad del Señor.” Entonces, descendió las gradas para ir al encuentro de sus perseguidores a quienes tan bondadosamente recibió, que aquellos que nunca antes lo habían conocido, arrepentidos dijeron: “¿Qué necesidad tenemos de darnos prisa para apresar a un hombre tan anciano?”

Inmediatamente, Policarpo hizo poner la mesa para sus apresadores, insistiéndolos con afecto a que comieran para poder hacer su oración sin interrupción mientras ellos comían, lo que le fue permitido. Cuando terminó su oración y se acabó la hora en la cual había reflexionado sobre su vida y encomendado la iglesia a Dios y a su Salvador, los soldados lo sentaron sobre una asna y lo llevaron de camino a la ciudad el día sábado de la gran fiesta.

Nicetes y su hijo Herodes, llamado el príncipe de paz, le salieron al encuentro. Lo alzaron de la asna y le hicieron sentarse junto a ellos en el carro. De esta manera, buscaron hacer que apostatara de Cristo. Así, a él le decían: “¿Qué importa decir, señor Emperador, y ofrecer sacrificio e incienso a él, para salvar tu vida?” Al principio Policarpo para nada respondió, pero cuando ellos persistían en preguntar, exigiéndole que les diera respuesta, finalmente dijo: “Jamás haré lo que me piden y aconsejan que haga.” Cuando vieron que Policarpo era inconmovible en su fe, comenzaron a insultarlo, y al mismo tiempo le empujaron del carro. Al caer se le hirió la pierna severamente. Sin embargo, jamás demostró que se había herido por la caída, sino que al levantarse, otra vez se entregó a los soldados para ser llevado al lugar de ejecución, caminando tan rápido como si nada le molestara.

Apenas Policarpo había entrado al circo o anfiteatro donde iba a ser ejecutado, cuando se oyó una voz del cielo, diciendo: “Sé fuerte, ¡oh Policarpo! Sé valiente en tú confesión, y en el sufrimiento que te espera.” Nadie vio la persona de la cual había salido esta voz; pero muchos de los cristianos que por allí se hallaban presentes la escucharon. Sin embargo, a causa del gran alboroto que se había creado, la mayor parte de la gente no escuchó la voz. No obstante, tuvo la tendencia de fortalecer a Policarpo y a los que la oyeron.

El gobernador lo amonestó a tener compasión de sí mismo por la edad avanzada que tenía, incitándolo a que jurara por la fortuna del Emperador, y así negar a Cristo. Policarpo le dio la siguiente candorosa respuesta: “Hasta ahora he servido a mi Señor Jesucristo ochenta y seis años, y jamás me ha hecho daño alguno. ¿Cómo podría entonces negar a mi Rey, quien hasta aquí me ha guardado de todo mal, y que tan fielmente me ha redimido?”

Entonces el gobernador lo amenazó con fieras salvajes que lo despedazarían si no desistía de su propósito, diciéndole: “Frente a mí tengo las fieras, a las que habré de lanzarte a menos que te conviertas a tiempo.”

Policarpo le contestó sin temor: “Que vengan las fieras; pues mi propósito no cambiará. No podemos ser convertidos o pervertidos del bien al mal por medio de la aflicción. Pero mejor fuera si ellos, los hacedores de maldad, quienes en su malignidad persisten, llegaran a ser convertidos a lo que es el bien.”

El gobernador replicó: “Si aún no sientes pena, y desprecias las fieras salvajes, habré de quemarte con fuego.”

Una vez más, Policarpo le contestó, diciendo: “Ahora me amenazas con el fuego, que habrá de arder por una hora, y pronto se apagará. Pero no conoces el fuego del juicio futuro de Dios que está preparado y reservado para castigo y tormento eterno de los malvados. Pero ¿por qué ahora te detienes? Trae el fuego, o las fieras, o cualquier otra cosa que hayas de escoger. Por ninguna de ellas me persuadirás a negar a Cristo, mí Señor y Salvador.”

El martirio de Policarpo: quemado vivo en la hoguera, Esmirna, 155 d.C

Finalmente, cuando la muchedumbre demandaba que lo mataran, fue entregado por el gobernador para ser quemado. Inmediatamente trajeron un gran montón de madera, fardos de leña, y virutas. Cuando Policarpo vio aquellas cosas, él mismo se desvistió y se despojó del calzado, para que lo acostaran sobre las maderas descalzo y sin vestidura. Habiendo ya hecho esto, los verdugos estaban a punto de echarle mano para clavarlo a los maderos, pero él les dijo: “Déjenme así. Aquél quien me ha dado la fortaleza para soportar el dolor del fuego, también me ha de fortalecer para permanecer en el fuego, aún si no me clavan en el madero.” Entonces ellos, según lo pedido, no lo fijaron con clavos a los maderos, sino que apenas con una cuerda le ataron las manos atrás.

Así pues, preparado ya como un holocausto, y puesto sobre los maderos como cordero de sacrificio, oró a Dios, diciendo: “Oh Padre de tu amado y bendito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido el conocimiento salvador de tu bendito nombre; Dios de ángeles y poderes y de todas las criaturas, pero especialmente de todos los justos que viven al lado tuyo, gracias te doy por haberme llamado en este día y esta hora y hallado digno para tener parte y lugar entre el número de tus santos mártires, según como tú, oh Dios de verdad, que no puedes mentir, me has preparado, y me lo hiciste saber, y que finalmente ahora lo has cumplido. Por tanto, te agradezco y alabo por sobre todo hombre, y honro tu santo nombre por Jesucristo, tu amado Hijo, el eterno sumo sacerdote, para quien junto contigo y el Espíritu Santo, sea la gloria, ahora y para siempre. Amén.” Tan pronto que pronunció la última palabra de su oración (la palabra “Amén”), los verdugos encendieron los maderos sobre los cuales yacía. Y cuando las llamas circundaban altas sobre el cuerpo de Policarpo, para asombro de todos, se vio que el fuego poco o nada le había herido. Por tanto, al verdugo le dieron orden de traspasarlo con la espada, lo cual hizo inmediatamente. Y la sangre le salió a borbotones de la herida a tal punto que casi llegó a extinguir el fuego. De esta manera, este fiel testigo de Jesucristo, habiendo muerto a fuego y espada, entró en el reposo de los santos.

Fuente: [The Martyr’s Mirror (El espejo de los mártires)www.losprimeroscristianos.com/primeraparte.doc

jueves, 12 de enero de 2012

Secta radical islámica sigue atacando y asesinando cristianos en Nigeria

Lunes 09 de Enero del 2012

MAIDUGURI, Nigeria (The Associated Press / Mundo Cristiano) Una secta radical musulmana atacó una iglesia durante un oficio religioso en el noreste de Nigeria, dentro de una oleada de hechos violencia que ha dejado al menos 15 personas muertas, dijeron el sábado las autoridades.

Por su parte, los cristianos anunciaron que se defenderán de la lucha sectaria que emprendió el grupo Boko Haram contra el gobierno y que tiende a ampliarse en el país.

Los ataques tienen lugar después de que Boko Haram dijera que mataría a todos los cristianos del norte predominantemente musulmán de Nigeria, donde ha aprovechado las persistentes tensiones religiosas y étnicas que afectan a esta nación de 160 millones de habitantes.

En los últimos días solamente, el grupo ha causado la muerte de al menos 44 personas, a pesar del estado de emergencia que el presidente declaró en las regiones asoladas por la secta en el país, el cual posee grandes yacimientos petrolíferos.

En declaraciones a la prensa, el pastor Ayo Oritsejafor, presidente de la Asociación Cristiana de Nigeria, dijo que los creyentes se protegerán de manera adecuada ante la secta musulmana. No precisó medidas específicas, pero han surgido preocupaciones sobre posibles actos de represalia.

"Hemos decidido preparar los medios para defendernos ante estos asesinatos sin sentido", manifestó Oritsejafor.

En Yola, la capital del estado de Adamawa, individuos armados que cubrían sus rostros con tela negra atacaron la iglesia apostólica, dijo el jefe de la policía local, Ade Shinaba.

Al menos ocho feligreses perdieron la vida en el ataque. Al menos otras tres personas murieron en un ataque similar contra un salón de belleza cercano.

"Tres hombres armados que cubrían sus caras con tela negra irrumpieron en mi salón de belleza y comenzaron a disparar contra los clientes mientras gritaban '¡Alá es grande! ¡Alá es grande!''', dijo Stephen Tizhe, de 35 años.

Debido a la violencia, el gobernador del estado de Adamawa, Murtala Nyako, impuso un toque de queda de 24 horas en esa región rural. Los hechos de violencia han antecedido a las elecciones para el cargo de gobernador que se efectuarán a finales de enero.

Boko Haram, cuyo nombre significa en lengua local hausa "La educación occidental es pecado", es responsable de al menos 510 homicidios perpetrados tan sólo en el 2011, de acuerdo con la cuenta de The Associated Press. Boko Haram ha atacado iglesias dentro de su campaña para hacer valer la estricta ley Sharia en todo Nigeria
 
Fuente: http://diarioberea.blogspot.com/2012/01/secta-radical-islamica-sigue-atacando.html

sábado, 2 de abril de 2011

Los Martires en el coliseo Romano



De: |
Una epoca donde ser cristiano costaba la vida, cuando el lugar de reunión era una catacumba,
el unico instrumento era la voz para cantar los Salmos, las Escrituras eran llevadas en la mente y el corazón, y la Fe en Cristo brillaba mucho más que el sol.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Francis Chan - Persecución



Mateo 5:10
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

2 Corintios 4:7-11
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Salmos 35:2-4 (Reina-Valera 1960)
2 Echa mano al escudo y al pavés, Y levántate en mi ayuda. 3 Saca la lanza, cierra contra mis perseguidores; Di a mi alma: Yo soy tu salvación. 4 Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; Sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal intentan.

¡Intercede por los que en este momento padecen por causa de predicar el Evangelio de Jesucristo! Juan 15:19-21
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