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miércoles, 1 de abril de 2009

La adoración que repara el altar arruinado. ( I Reyes / 1 Melajim 18:30-39)

Eran los tiempos que reinaba Acab (I Reyes 16:30-33) el cual se había entregado a servir a los ídolos de su esposa Jezabel, quien era hija del sacerdote y rey pagano de Sidón. La adoración a Baal se había generalizado en Israel por influencia de Acab. A causa de esa situación, el profeta Elías se presentó ante el rey y retó a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, juntamente con todo el pueblo, para demostrar quién era el verdadero Dios.

Baal era una divinidad (probablemente el Sol) de varios pueblos como: los babilonios, sidonios y filisteos. Su significado se aproxima al de amo o señor. Era el dios de la lluvia y la guerra. En la Biblia Baal es uno de los falsos dioses, al cual los hebreos rindieron culto en algunas ocasiones cuando se alejaron de su adoración a Yahveh (Ver Baal).


Te puedes dar cuenta que fue desafiante y poderosa la manera que el profeta Elías/
Eliahu uso para que el pueblo reconociera al Todopoderoso. He escuchado muy buenas predicaciones de este pasaje, pero personalmente encuentro al profeta en un momento de adoración tan determinante a Elokim/Jehová que hizo la diferencia entre su Dios y el dios Baal.

La adoración es el principal propósito de Dios en la creación, es decir, hemos sido creados para adorarle. Cuando asistes al servicio en la Iglesia debe ser tu principal objetivo, llegar y desde el comienzo estar adorándole de verdad.


Pero que pasa cuando encuentras una congregación poco dispuesta adorar, que no glorifica, ni alaba y que solamente está a la expectativa de lo que hace el predicador. ¿Significa que hay algo que impide al adorador rendir alabanza al Señor? ó ¿existe algo en la vida del creyente que no lo deja alabar con libertad? En otras palabras ¿el altar de su corazón se encuentra arruinado que necesita ser consumido por el fuego del Espíritu Santo?


En estos pasajes, existen por lo menos dos características de la adoración que pueden reparar el altar arruinado:


La primera característica tiene que ver con la adoración que recuerda la grandeza de Dios, que exalta su poder, su fidelidad y los pactos consagrados con su pueblo.
«Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. I Reyes 18:36».

El pueblo de Israel se había ido tras los baales, adorando dioses ajenos, matando a sus profetas y olvidándose del Dios que los saco de la esclavitud. Todas las ordenanzas y leyes que recibieron las habían violado, y ahora estaban ante la determinación de a quién seguir, tenían dos opciones: continuar adorando a Baal como su dios, ó volverse a Jehová.


Elías tuvo que reparar el altar de Jehová, porque ya estaba arruinado a consecuencia del abandono del pueblo. Deja que el fuego del Espíritu Santo llegue a tu vida, repare tu altar y consuma todo lo que hay en él. Es en la adoración donde todo es reparado, donde nuestra vida es cambiada por la misericordia de Dios. Pues cuando hablamos de adoración nos referimos al corazón humillado y contrito, no a las formas o a los modos. Por lo tanto, acuérdate de lo que Él ha hecho en tu vida y exalta su poder y fidelidad.


La segunda característica debe llevar a la persona al arrepentimiento de sus pecados, de los errores cometidos y sus equivocaciones pasadas, al grado de humillarse ante su presencia reconociéndolo como al único Dios digno de ser adorado.
«Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: !Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!. I Reyes 18:38-39».

«--En una ocasión mi esposa y yo invitamos a unas personas a cenar en la casa y ella me pidió que le ayudara a limpiar la sala y la recamara, para que todo estuviera listo cuando los invitados llegaran. Muy bien le dije, ¡te ayudo!. Limpie todo lo que me dijo, acomode los muebles, y le dije, ya termine, ahora puedes revisarlo. Ella comenzó a ver cómo lo había dejado, muy bien me dijo, todo está muy bien. Entonces miro arriba en la esquina de la recamara y me pregunta, ¿limpiaste el cuarto con la luz prendida o apagada? Apagada, le respondí, tu sabes hay crisis de energía y además está muy cara. Ah respondió, es por eso que no viste la tela de araña que está allá arriba--».

De igual forma tú no podrás ver las telas de araña de pecado que hay en tu vida a menos que la luz del Espíritu Santo este prendida en tu corazón y traiga convicción de pecado y le permitas que cambié las telas de araña. La Biblia dice que el fuego consumió todo el holocausto, de la misma manera debes permitir que Dios consuma todas las áreas de tu vida en las cuales Él todavía no gobierna.


Cuando el pueblo experimento la gloria de Dios bajando y consumiendo lo que había en el holocausto. Todo el pueblo gritó
!Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!. Reconociendo que solamente Él es digno de la adoración, el que cambia el corazón del hombre, el que tiene misericordia y el que se acuerda de los pactos que ha hecho con su pueblo. Pues se dieron cuenta que a pesar del griterío de los baales, jamás recibieron respuesta y fueron objeto de burla por parte del profeta, demostrando con ello la falsa enseñanza y la falsa adoración al dios Baal.

Pero te pregunto ¿Cómo es tú adoración a Dios cuando asistes a la iglesia? ¿Cómo está el altar de tu corazón? ¿Hay algo en tu vida que este arruinado y que necesite ser reparado? ¿Es tu adoración sincera, genuina y verdadera para el Señor? Te invito entonces que la próxima vez que asistas a un servicio en tu Iglesia vayas con un corazón sincero, arrepentido, dispuesto a reconocer su fidelidad, amor y perdón.


Querido amigo, Elías reparo primero el altar, él no oro, reparo primero lo que estaba arruinado durante tanto tiempo. Si el altar de tu corazón está arruinado, Dios es especialista en arreglarlo. Él puede curar las heridas de tu corazón, con una porción de su Espíritu Santo, pues no existe nada en el corazón del hombre que el grande amor de Dios no pueda sanar.

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