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martes, 7 de junio de 2011

LA VERDADERA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA DEL RICO Y LAZÁRO: La realidad del INFIERNO

Estudio sobre la realidad persistente del infierno y de los condenados al infierno.
Muy útil para ayudarnos a temer más a Dios. Muy útil para aquellos que estén dispuestos a creerle a Dios.

Índice del Tema

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16: 19- 31)

LA VERDADERA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA DEL RICO Y LAZÁRO: La realidad del INFIERNO

Introducción

Jesucristo no hablaba en vano. No decía cosas por decir, sin importarle el fondo, ni tampoco la forma de la cuestión. Muy al contrario, el Maestro decía lo que decía, porque lo quería decir, y siempre lo dijo, y de frente, con claridad, nitidez y veracidad.

No se amparaba en subterfugios o en imprecisiones, no intentaba “mejorar” o suavizar su discurso en función de Sus oyentes; no era diplomático. No empleaba trucos dialécticos o metáforas innecesarias… otra vez: ¡Jesucristo jamás habló en vano!

Jesucristo no temía al hombre, ni a su rechazo sino que, consciente de Su llamamiento, vivió conforme a la verdad, y diciéndola siempre, y a todos... También a nosotros, los postreros.

En esta historia, y que por tanto, no es parábola o historia inventada, sino muy real y concisa, Jesús nos habla de un suceso más típico y corriente de lo que muchos puedan llegar a imaginar, en este caso, enclavada en el tiempo veterotestamentario.

Jesús nos habla del infierno.

Para los que niegan la historicidad de esta narración, entre ellos los mal llamados “testigos de Jehová” y similares, argumentando que ese relato es una prosopopeya (*), les diré que están muy errados.
(*) Figura retórica que consiste en atribuir a las cosas inanimadas o abstractas acciones y cualidades propias de los seres animados o bien cualidades propias del ser humano a los seres irracionales.
Como vemos, esa historia no es narrada ni atribuida a “cosas inanimadas” ni a “seres irracionales” etc. sino a personas, una de ellas llamado por su nombre propio: Lázaro.

Es una historia, no una fábula, ni siquiera una parábola. Es una historia real.

Esta es una historia narrada con tanto detalle acerca de la realidad del infierno, que nos sorprende que haya tantos que nieguen esa realidad, de la cual hemos escapado los que una vez nacimos de nuevo por Su misericordia (Jn. 1: 12; 3: 3)

Es más que evidente que Jesús conocía esta historia, seguramente vivida en sus mismos días o poco antes. No olvidemos Quién es Jesús.

Basándome en esta narración bíblica, el sentido principal de este mensaje es el de profundizar hasta donde pueda por esta vez, sobre la realidad del infierno, y sobre la realidad de los que van allí.
Pasamos a comentar pues:

“El infierno es un lugar real. No es un estado anímico o espiritual; no es un sentimiento de frustración, alejamiento de Dios, o condenación… ¡es la misma condenación!”

“El infierno es un lugar real. No es un estado anímico o espiritual; no es un sentimiento de frustración, alejamiento de Dios, o condenación… ¡es la misma condenación!”

1. El rico y Lázaro

Evidentemente, tanto el hombre rico como el pobre Lázaro, fueron dos personajes judíos, y por tanto creyentes en el único Dios. Lázaro fue justificado, no por ser pobre, sino por ser temeroso de Dios, y fue llevado al Seno de Abraham. Por lo contrario, el rico, cuyo nombre se omite aquí, fue llevado al Hades, al infierno, no por ser rico, sino por no temer a Dios.

Lázaro era sumamente pobre, tal que vivía echado a la puerta del hombre rico, “lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico”. En la mente farisea, eso era sinónimo del resultado de una vida de pecado, y sus consecuencias. Era del todo impensable que a un mendigo llagado, sucio y desamparado, que sólo se alimentaba de los desperdicios de la mesa de los ricos, se le concediera el honor de tener un lugar al lado de Abraham. Escribe McArthur al respecto:

“La mención de migajas que caían de la mesa, llagas y perros que venían a lamerlas, hicieron que Lázaro pareciera un hombre odioso ante la vista de los fariseos, porque ellos estaban inclinados a ver estas cosas como una prueba irrefutable de la falta de favor divino. Habrían considerado a una persona así, no sólo como inmunda, sino como despreciada por Dios”

Y por el otro lado, habrían considerado al rico (cuyo nombre queda omitido), como un receptor de la bendición de Dios, cuando ese hombre, a pesar de ser judío, era absolutamente impío y sumamente pecador.

Ese valorar y medir el grado de bendición y favor de Dios en base a lo material, no fue exclusivo de aquellos fariseos, sino que en estos días, es típico de esos arrogantes hombres de púlpito, pseudo evangélicos, amantes y propagadores de la llamada “teología de la prosperidad”, quienes sin duda, hubieran defendido al rico impío, por encima de Lázaro, de haber vivido en ese tiempo.

Por otra parte, el considerar que el rico fuera excluido del Paraíso, seguro que escandalizó a los fariseos, como escandalizaría hoy en día a muchos que se llaman evangélicos y consideran que el enriquecimiento material es síntoma de bendición de parte de Dios.

Dios tiene otra y muy diferente vara de medir.

“El finado y ausente de toda santidad Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II, grandísimo idólatra mariano"

“El finado y ausente de toda santidad Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II, grandísimo idólatra mariano, dijo acerca del infierno: "más que un lugar, el infierno señala el estado de esas personas que serán separados eternamente de Dios" y que “el lenguaje usado por la Biblia (el lago de fuego) debe ser leído en lenguaje simbólico”. ¡Wojtyla, a estas alturas seguramente ya salió de toda duda al respecto!

2. Todos mueren

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado”:

No hay manera de escapar de esa realidad hasta que vuelva Cristo. Todos mueren. Así lo dijo el Predicador:

“El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro” (Eclesiastés 2: 14)

Pero la muerte física es un mal menor, comparado con la muerte eterna, la cual la Biblia la llama la muerte segunda:

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Ap. 21: 8)

Jesús nos narra que Lázaro “fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”, mientras que el hombre rico y sin nombre murió también, fue sepultado “y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos”.
Si Lázaro fue llevado por los ángeles al Seno de Abraham, el rico fue llevado por los demonios al infierno.

Consideraciones importantes
Aquí vemos entonces diversas verdades que hay que subrayar:
Tanto el alma de Lázaro, como el alma del impío rico existían y eran conscientes en su estado de separación del cuerpo (ver Lc. 23: 43; 2 Co. 5: 6-8; Fil. 1: 21-23)

El alma de ambos, no quedó inconsciente, difusa o flotando sin rumbo, sino que fue a su lugar respectivo. Lázaro fue llevado por ángeles de Dios, pues heredó la salvación (He. 1: 14).

El Seno de Abraham
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham…”:
Los que morían considerados justos por Dios de aquellos judíos del AT, iban al mismo lugar en el que estaba Abraham, llamado el Seno suyo. Ese era el lugar donde todos ellos iban. Ese lugar era la morada de los justos del AT.

Estas personas vivían en ese lugar, también llamado el Paraíso (Lc. 23: 43), esperando a que Cristo pudiera sacarles de allí y llevarles al cielo, una vez hubiera cumplido con su obra en la Cruz. Esperaban en Cristo y en Su obra de la cruz.

La ubicación de ese lugar parece clara según el mismo relato de esta historia, ya que el mismo Jesús tuvo interés en darnos ciertos detalles al respecto.

El rico, en llamas podía ver y hablar con Abraham, y sólo una gran sima les separaba (Vv. 24-26). De ese modo entendemos que el Seno de Abraham se encontraba en el interior de la Tierra, siendo un lugar privilegiado y también sujeto a un tiempo prefijado. Es evidente que ya no existe porque los que mueren en Cristo suben a Su presencia de inmediato (Ef. 2: 6).

El Seno de Abraham no parece que fuera un lugar excluido de la presencia de Dios y de sus ángeles, sino todo lo contrario, ni tampoco un lugar de encierro. En este sentido vemos que tanto Moisés como Elías no estaban allí en confinación dado que aparecieron a Jesús en el Monte de la Transfiguración, a modo de atisbo del Reino (Mr. 9: 1-3)

Por otro lado, si Lázaro (y todos los santos del AT) hubieran subido al cielo, ¿qué sentido habría de llamarle a ese lugar el Seno de Abraham?, o dicho de otro modo, ¿Por qué llamarle Seno de Abraham habiendo sido el cielo, o la Nueva Jerusalén, la Celestial? Es evidente que el Seno de Abraham era otra ubicación diferente.

“Al Hades son echados los condenados, y este se ensancha cada vez más para dar cabida a más y más condenados Hab. 2: 5”

“Al Hades son echados los condenados, y este se ensancha cada vez más para dar cabida a más y más condenados Hab. 2: 5”

3. El Hades y el Lago de fuego

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos…”:

En este estudio como dije, nos vamos a centrar en la cuestión del infierno, y a procurar entender que es lo que la Biblia enseña al respecto.

Siguiendo con el relato del Señor, vemos que el hombre rico y malvado fue consciente de sí mismo. Inmediatamente a su muerte física, se manifestó su muerte espiritual (ya que como impío, vivía muerto en sus pecados), y era absolutamente consciente de su estado: estaba en condenación.

Esos tormentos eran reales; él los experimentaba. Estaba siendo atormentado por el fuego (V. 24)
El Hades es el término griego que alude al lugar donde van a parar las almas de los muertos. En la versión de los Setenta, la Septuaginta, versión muy utilizada en el tiempo de Jesús, la cual es utilizada lo largo de los Evangelios, ese mismo término se emplea como traducción del término hebreo, Sheol.
En el AT, el Sheol era el lugar donde todas las almas iban a parar, sin hacer distinción entre justos e injustos, de ahí que el pensar que el Seno de Abraham era parte del Sheol, eso sí, separado por una gran sima, y de naturaleza opuesta, cobra si cabe mayor relevancia.

No obstante, en la lectura del NT, el Hades siempre se refiere al lugar donde los impíos e incrédulos van a parar cuando mueren, lugar de tormento previo al definitivo, el cual es el infierno como tal, es decir, el lago de fuego y azufre:

“Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap. 20: 15)
El Hades es un lugar de tormento indescriptible, que es el anticipo del infierno.

El Hades es el lugar donde van a parar las almas de los perdidos, que son atormentadas hasta que vuelvan a tener cuerpo de nuevo inmediatamente antes del juicio del gran trono blanco (Ap. 20: 11), al final del Milenio. Esa es la llamada resurrección de condenación (Juan 5: 29). El destino de esas personas es pasar la eternidad en ese lugar: el Lago de Fuego, lugar primeramente designado y creado para el diablo y sus demonios.

“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25: 41)

Jesús no pudo ser más claro al respecto.

De la misma manera que los justos heredarán la vida eterna para siempre, los injustos heredarán la condenación eterna para siempre. No hay distinción. Escribe John McArthur:

“El castigo de los malos es tan eterno como la dicha de los rectos”

El ser humano, una vez creado, vive para siempre, no desaparece o queda inconsciente después de la muerte. El espíritu, aunque humano, nunca deja de ser, porque fue dado por Dios. El espíritu es siempre consciente, estando en el cuerpo o fuera del cuerpo. El hombre fue creado para ser inmortal. La muerte física es sólo el fin de la existencia sobre la tierra, pero no el fin de la existencia del individuo.

“¡Huyamos de todos aquellos que diciéndose evangélicos son lobos! (Ro. 16: 17)"

“¡Huyamos de todos aquellos que diciéndose evangélicos son lobos! (Ro. 16: 17)"
Acerca de la falsa teoría del aniquilamiento

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt. 10: 28)

El verbo en griego usado aquí para la traducción “destruir”, es “apollumi”, y tiene varios significados; a saber: “Hacer perecer, destruir, matar; perder, arruinar, hacer desgraciado [a alguien]; perder [a un pariente]”

El Señor Jesús, y siempre en constante referencia al contexto respecto a la cuestión, no habló de aniquilamiento y desaparición de los condenados en el infierno, sino que habló del resultado de la condenación, que iba a ser eterna.

Por lo tanto, esa enseñanza pseudo evangélica que corre por muchos que se llaman evangélicos y que dice que los injustos dejarán de existir porque serán aniquilados (teoría del aniquilamiento), es absolutamente falsa e incompatible con la revelación bíblica.

Esa misma falsa creencia es la que profesan adventistas y testigos de Jehová.

Los muertos en impiedad, no recibirán una segunda oportunidad, ni tampoco serán aniquilados. Su condenación será eterna, y la Escritura no puede ser más clara: “fuego eterno” (Mt. 25: 41); “el fuego que nunca se apaga” (Mt. 3: 12); “vergüenza y confusión perpetua” (Dn. 12: 2); un lugar donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Lc. 16: 23, 24); lugar de “eterna perdición”(2 Ts. 1: 9); “…también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; 11 y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre” (Ap. 14: 10, 11)

Como podemos ver, la Biblia clarísimamente enseña que las personas que van al infierno, jamás dejarán de existir.

Si nos damos cuenta, todo ese castigo tiene una aplicación correspondiente con el estado eterno.
El infierno es un lugar real donde los tormentos más indescriptibles e inimaginables se producen. El fuego allí es literal (Mt. 13: 37-43, 50).

Con que pertenece a la esfera de lo eterno, es difícil de imaginar por nuestra mente limitada al espacio-tiempo. No obstante, insisto, es real, y los que van allí a parar experimentan la condenación en la que ya están en vida, entonces, en toda su dimensión.

Los seres eternos, (los hombres), que cometen pecado contra un Ser Eterno, cometen pecados eternos, que requieren un castigo eterno. Y es por esta razón que Jesús debió venir para salvarnos. Su castigo, por nuestra salvación, es de hecho, real. (1)

Concluyendo

Algunas personas se enojan conmigo cuando predico este mensaje, y me dicen que ese mensaje da miedo… y yo les digo, espero que no sea sólo miedo, ¡sino pánico!, porque sin santidad, nadie verá al Señor.

Muchas gentes a lo largo de la historia del Evangelio han llegado a conocer a Cristo con mensajes así, como los dados por Jonathan Edwards, puritano del siglo XIX, o Charles Finney, etc. pero el mensaje más claro si cabe y que no merece discusión alguna fue el del propio Hijo de Dios y de sus apóstoles al respecto.

Estamos demasiado acostumbrados a mensajes “positivos” que “edifican” y – dicen - “no condenan”; pero yo les digo lo contrario. Los mensajes que verdaderamente condenan son aquellos que jamás molestan al oyente, y a la postre les hace creer que todo está bien, que Dios le ama tal y como es, y que puede conseguir en esta vida todo lo que se proponga “soñando”, “visualizándolo” y “declarándolo”. Estos y similares son los mensajes parientes del infierno.

No quiero irme sin dar una palabra de esperanza, y de aviso al mismo tiempo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo Unigénito para que todo aquel que cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). Esa es la única manera de escapar de una segura condenación.

Dios les bendiga.
© Miguel Rosell, Pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Junio 2011
www.centrorey.org

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